7 de junio de 2025

Furgencio y el Mueble de IKEA

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Érase una tarde de sábado, ese momento sagrado de la semana dedicado a las tareas que uno lleva posponiendo. Nuestro intrépido Furgencio se enfrentaba ahora a su mayor desafío: ¡montar un mueble de IKEA! Con el plano en una mano (más parecido a un pergamino arcano indescifrable) y una llave Allen en la otra, se dispuso a ensamblar lo que prometía ser una bonita estantería… o quizás un laberinto mental.

Las primeras horas fueron una tortura conocida: piezas que no encajaban, tornillos que desaparecían misteriosamente y la sensación de que el mueble se reía de él. «¡Pero si esto no tiene sentido!», mascullaba Furgencio, sudando a mares. Sin embargo, había algo extrañamente inusual en este mueble. Las instrucciones parecían susurrarle en un idioma antiguo, y una de las patas tenía un ojo que parpadeaba disimuladamente cuando Furgencio no miraba.

Justo cuando Furgencio estaba a punto de insertar la última pieza, y con ella, su último gramo de paciencia, el «mueble» se sacudió. Las bisagras crujieron con un sonido que no era de madera, sino más bien de mandíbula. Las puertas se abrieron de golpe, revelando no un interior vacío, sino una boca cavernosa llena de dientes afilados que olían a pino y a peligro. Era un Mímico, una criatura clásica de Dungeons and Dragons, que había encontrado el escondite perfecto en el catálogo de IKEA.

Furgencio apenas tuvo tiempo de gritar «¡Pero si yo solo quería guardar mis figuritas de Funko Pop!» antes de que la estantería-monstruo lo devorara de un solo y satisfactorio mordisco. No hubo más gritos, solo el suave clunk de una llave Allen cayendo al suelo y el sonido de una panza de madera satisfecha.

Moraleja: Si tu mueble de IKEA te mira raro o tiene una etiqueta que pone «Puede contener aventureros», es mejor que lo devuelvas. O al menos, ¡comprueba que no tenga dientes!

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