Furgencio y el Planeta de álgebra
Tras su épico estornudo que lo catapultó más allá de la estratosfera, Furgencio surcó el vacío cósmico. No hubo gritos, ni desesperación, solo un silencio helado y la inconfundible sensación de que, una vez más, había superado todas las expectativas de incompetencia. Su viaje intergaláctico, impulsado por una mucosidad de proporciones astrales, llegó a su fin de la manera más inesperada: aterrizando con un «¡plof!» suave sobre un gigantesco matojo de paja.
«¡Qué potra he tenido!», exclamó Furgencio, tosiendo un poco de polvo estelar y levantándose con un bamboleo. Miró a su alrededor. El cielo era de un tono malva, los árboles parecían broccoli gigantes, y el aire olía a… ¿cacahuetes tostados? Y entonces las vio.
Un grupo de seres de cuello largo y plumas imponentes se acercaban. Eran avestruces. Pero no unas avestruces cualquiera. Estas tenían gafas de pasta, llevaban pequeños cuadernos donde anotaban cosas y sus ojos rebosaban una inteligencia que haría sonrojar a cualquier premio Nobel.
Furgencio, que no entendía de matices, se acercó con su habitual confianza tonta. «¡Hola, pajaritas! ¿Sabéis dónde estoy? Me he perdido. Necesito un mapa o algo que no me envíe al espacio otra vez. Soy Furgencio, y, bueno, soy un poco… simple, ¿sabéis?»
Las avestruces se miraron entre sí. Sus cabezas se inclinaron ligeramente, como si procesaran una ofensa de proporciones cósmicas. Una de ellas, con una pluma elegantemente metida detrás de la oreja, emitió un sonido parecido a un silbido indignado. Se tomaron a mal lo del «bajo cociente» de Furgencio. Muy, muy a mal.
De repente, las avestruces, que de lentas tenían lo que Furgencio de genio, empezaron a correr. Y no corrían para huir. Corrían para cazar. Era una persecución a través de campos de extrañas flores fosforescentes y extraños montículos que se movían. Furgencio corría como si el mismísimo Cthulhu lo persiguiera (lo cual, en su historial, no era impensable), mientras las avestruces, con su intelecto superior, le cortaban el paso, le tendían emboscadas usando la topografía del planeta, e incluso le lanzaban ecuaciones diferenciales con sus picos a modo de advertencia.
«¡Esperad! ¡Lo siento! ¡No quise ofender a vuestra inteligencia superior!», gritaba Furgencio, con el aliento a punto de agotársele.
La persecución llegó a su clímax en una extraña meseta donde había una estructura peculiar. Era una catapulta. Gigantesca. Furgencio, en su desesperación, tropezó y cayó de bruces justo sobre el asiento del arma de asedio.
Una de las avestruces, la misma de las gafas de pasta, se acercó con una mirada fría y calculadora. Con un movimiento decidido de su pata, accionó el mecanismo. Un resorte chirrió, la madera crujió, y Furgencio, con un último y patético «¡Aaaaaaaaaah!», salió disparado de nuevo hacia el espacio exterior.
Esta vez, no hubo paja que lo salvara. Furgencio se alejó del planeta de las avestruces genio, girando sin control. Y entonces lo vio. Un punto distante que crecía rápidamente. Era un agujero negro, pero no el típico agujero negro oscuro. Este era de un vibrante color rojo carmesí (porque, claro, en esa parte de la galaxia, eran de ese color).
Furgencio no tuvo tiempo de asimilar la rareza cromática del fenómeno. Con un último «¡Glups!», fue absorbido por el vórtice escarlata, sus átomos estirándose y desintegrándose en un festival de luces y partículas. Un final colorido para un hombre tan monocromático en sus desgracias.
Moraleja: Si aterrizas en un planeta desconocido, no hables de forma estupida. Y, sobre todo, no te sientes en catapultas extraterrestres, aunque sea por accidente.
La historia sigue? jajaja
Buenas de nuevo. Que fantasía de tragedia cósmica!
Vamos que no solo ha perfeccionado la astronautica nasal, sino que ha inventado la catapultanáutica trasera.
Ya solo le falta inventar la propulsión por bostezos y además contagiar a la humanidad. Se va a convertir en leyenda, y cuando escriba sus memorias comenzarán con: «…todo empezó por un estornudo»…
Saludos Mr.Nat
Finil
jajaja si pensé que la anterior historia no me convenció y pensé en continuarla metiendo más criaturas inteligentes, lo que no pensé que lo serían tanto, me han capturado y quieren su propio guión de cine, glups