Furgencio y la Partida de Rol que se Tomó Demasiado en Serio
La noche se presentaba tranquila para Furgencio. Después de sus últimas y explosivas desventuras, había decidido que era hora de un pasatiempo más… seguro. Sus amigos lo habían invitado a una partida de rol, un juego de esos donde usas la imaginación y tiras dados. «¡Perfecto!», pensó Furgencio. «¡Aquí no hay peligro real!» Bendita su inocencia.
Se sentó a la mesa, rodeado de bolsas de patatas, figuritas de plástico y gente que hablaba de «puntos de golpe» y «bonificaciones de destreza». El Dungeon Master (DM), un tipo con barba y una voz que parecía salida de una cueva, les explicó las reglas. Furgencio era un «bárbaro con problemas de ira» llamado «Gruñidor el Imparable».
La aventura empezó bien. Gruñidor (Furgencio) se dedicaba a romper puertas y gritar a los goblins, tal y como le indicaban sus tiradas de dados. La imaginación volaba. Estaban en una mazmorra oscura, enfrentándose a un «Horror Amorfo» que, según el DM, era una masa palpitante de tentáculos y ojos.
«¡Gruñidor ataca con su hacha de batalla!», proclamó Furgencio, lanzando los dados con más fuerza de la necesaria. «¡Un 20 natural! ¡Golpe crítico!»
El DM sonrió, una sonrisa que no le llegaba a los ojos. «Excelente, Furgencio. Tu hacha se clava en el corazón del Horror Amorfo. La criatura se retuerce, emite un grito psíquico que nadie puede oír, pero que sientes en lo más profundo de tu ser. Sientes cómo una energía primigenia te atraviesa, cómo tu propia esencia se funde con la suya. El Horror Amorfo se desintegra…»
Aquí, el DM hizo una pausa dramática, mirando fijamente a Furgencio. «… Y en ese momento, Gruñidor obtiene el poder de la Mimetización Perfecta. Puede convertirse en cualquier objeto inanimado que vea.»
Furgencio aplaudió. «¡Guay! ¿Me convierto en una mesa? ¿En una taza? ¿En una silla incómoda de IKEA?»
El DM asintió con seriedad. «Exacto. Y justo ahora, Furgencio, tu personaje, Gruñidor, está observando atentamente… la bolsa de patatas vacía que tienes en la mesa.»
En la realidad, en la mesa del salón, el cuerpo de Furgencio comenzó a temblar. Sus amigos lo miraron extrañados. «Oye, Furgencio, ¿estás bien?», preguntó uno.
Pero era demasiado tarde. La magia del juego se había filtrado. El cuerpo de Furgencio se contrajo, se arrugó y se desinfló rápidamente. Con un crujido seco y el débil sonido de un suspiro saliendo por una rendija, Furgencio se transformó en una bolsa de patatas completamente vacía y ligeramente arrugada, idéntica a la que acababa de mirar.
Sus amigos se quedaron boquiabiertos, mirando la bolsa. El DM sonrió. «Felicidades, Furgencio. Acabas de conseguir la mimetización perfecta. Pero las bolsas de patatas vacías suelen acabar… en la basura.»
Y así fue. Uno de los amigos, todavía en estado de shock, recogió la «bolsa de Furgencio» y la tiró al cubo de la basura más cercano. Furgencio había logrado un poder increíble, solo para descubrir que su utilidad real era… nula.
Moraleja: Si la realidad de un juego te da un poder, asegúrate de que no te convierta en algo con fecha de caducidad. Y cuidado con lo que miras cuando el DM sonríe así.
probando